La publicidad es necesaria

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El mito de que un producto bueno no requiere publicidad es estadísticamente falso. Me recuerda a nuestros padres haciéndonos creer que bebiendo mucha leche llegaríamos a medir todos por encima del percentil noventa (!). Y además es una atrevida falacia desde el punto de vista empresarial. Que un producto sea bueno no significa que tenga éxito. Miles de buenos productos, inventos y patentes se han quedado en el cajón de los recuerdos por muchos y variados motivos. E incluso cuando un producto bueno tiene éxito, rápidamente es copiado y mejorado por otros productos, lo cual le forzará a recurrir a la publicidad (¿o es que Google no hace publicidad a día de hoy?).

En la mayoría de los mercados comoditizados (donde el valor diferencial de la oferta es escasamente percibida), los productos que triunfan son los que mejor responden a las motivaciones del consumidor (léase marketing) y así lo publicitan. Un caso claro es el agua embotellada. A más publicidad más ventas. Y punto. El producto, de hecho, no puede ser mejorado. ¿Es por eso condenable el mercado del agua embotellada? (Anticipándome a algunas objeciones sobre este punto, añadiré que echarle un chorrito de limón no hará más que crear una nueva categoría de producto, lo cual requerirá si cabe de mayor dispendio publicitario).

Por último, hay que recordar a los fundamentalistas del “no-logo“, que el boca a boca, lo único válido acorde a sus estándares, no deja de ser publicidad: la recomendación también es publicidad aunque no haya un coste o una compensación económica a cambio.